reconociendo a mi Alma
Se acerca mi alma,
a su secreta guarida,
se acerca silente,
y a escondidas,
mientras todos dormían.
No hay ruidos,
ni siquiera un breve sonido.
Parece inmóvil,
más, tranquila transita,
confundida,
abatida,
es lo que mi mente,
me explica y me explica,
“pero así no se siente!”,
con un grito irrumpiría,
mi corazón vibrante de amor,
el amor,
que astutamente invadía,
por voluntad divina,
de mi espíritu en sintonía,
con todo el plan de encarnación,
para calmar el alma mía.
Es un momento de duelo,
el espíritu y la carne,
lo sutil y lo denso,
quien creo que soy,
frente a frente,
y ante un espejo,
al ser quien en realidad soy,
al que siempre he sido
en la infinidad,
y nunca preso del tiempo.
¿Pero, Duelo? ¿Qué Duelo?
Te explico:
El duelo no apareció de la nada,
como la mente trata,
de convencernos trata,
día y noche trata,
de hacernos creer con mordaza,
para por miedo,
nunca atreverse a preguntar,
de qué en realidad,
todo esto se trata,
perpetuándose así,
como la cruel villana,
actuando,
y sin querer, perpetuando,
en confusión absoluta;
ya ves!, aislada no actúa,
sin embargo,
por influencia profunda,
las creencias que, de niño,
mi subconsciente,
recibe escuchando,
y escuchando modula;
creencias de vida,
que para siempre censuran,
hasta que el alma preparada,
se despierta fecunda,
del único sueño,
que el mundo perplejo,
experimenta despierto:
la consciencia presa del ego,
en falso entendimiento,
todo racionaliza y,
como un vicio,
todo, todo, mide y evalúa.